Dilluns 24 d’Octubre
Mateu 7: 13-14
13 »Entreu per la porta estreta, perquè és ampla la porta i espaiós el camí que condueix a la perdició, i són molts els qui hi entren. 14 Però és estreta la porta i dur el camí que condueix a la vida, i són pocs els qui el troben.
Salm 19
¿Quién
se da cuenta de sus propios errores?
Purifícame
de culpas ocultas.
En este salmo David nos
explica las dos grandes maneras en que Dios nos habla que, si bien no son las
únicas, si son aquellas que todos podemos experimentar en todo tiempo.
Los primeros versículos del
poema de David nos explican cómo toda la creación, el cielo y el firmamento
declaran la gloria de Dios y, consecuentemente, nos hablan de su poder, su
gloria, su grandeza, su infinitud. La contemplación de todo lo llevado a cabo
por el Señor debería movernos a una humilde respuesta de adoración aunque no
siempre sea así.
El resto del salmo nos habla
de la Palabra de Dios y de los innumerables beneficios que trae a la vida de
aquellos que la conocen, la meditan y, por supuesto, la aplican en su propia
experiencia vital. El Señor nos habla por medio de ella, no sólo dándonos a
conocer su voluntad, sino también equipándonos para la vida cotidiana.
Ambas cosas son verdad y las
he experimentado en mi vida. Ahora bien, lo que llamó mi atención en este salmo
fueron las palabras escritas al principio. A pesar de que el Señor nos habla
por medio de su Palabra no siempre soy consciente de mis propios errores y
pecados. Puedo permitirlos en mi vida sin, ni siquiera, tener conciencia de
ello y la invitación del salmista, en línea con otras similares que ya he
visto, es pedirle a Dios que me examine y me muestre aquellos errores de los
que ni tan sólo tengo conciencia o conocimiento.
Un principio.
No
tener conciencia de pecado no significa no tenerlo. Hemos de presentarnos ante
el Señor y buscar su examen.
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